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Pacto originario

El rey accede al poder en virtud de un pacto con los jefes naturales del pueblo, de forma que la soberanía persiste en este último, así como el derecho de deponer al monarca en los casos en que incumpla el pacto.

Vindiciae contra tyrannos es la obra más famosa y difundida de la producción monarcómaca. En ella, Philippe Duplesis-Mornay aplica a la realidad francesa el doble pacto que se daba en la consagración de los reyes del pueblo de Israel:

El primer pacto es entre Dios, el rey y el pueblo. Se trata de un contrato religioso, llamado alianza o foedus, de Dios con el pueblo, a través de su cabeza, el rey, en virtud del cual, el pueblo se convierte en pueblo de Dios, en Iglesia. El rey tiene como obligación mantener al pueblo dentro de la ley de Dios. El pueblo mantiene el derecho a resistirse y a deponerlo si se aparta de dicha ley. En esta situación, los magistrados intermedios podrían actuar en nombre del pueblo para perpetrar el tiranicidio.

El segundo pacto es político, entre el rey y el pueblo. El pueblo crea la figura del rey y se compromete a obedecerle con la condición de que gobierne con justicia y busque el bien público. Las leyes son establecidas por el pueblo y están por encima de los reyes; estos deben cumplirlas y administrarlas, y no las pueden cambiar sin el consentimiento del pueblo. Si el rey incumple sus funciones, el pueblo queda desligado de su obligación de obediencia y puede resistirse.

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