CONSTITUCIONALISMO REVOLUCIONARIO
(S. XVIII-XIX)
Ésta etapa cuenta de por sí con un gran movimiento establecido como su eje articulador, conteniente de una idiosincrasia a través de la cual se promueven cambios realmente extremos caracterizados principalmente por la relevante idea de la modificación total de un “régimen antiguo” y la instauración del nuevo orden social proponiente de un pacto (bastante teorizado por múltiples autores de la época) al cual, en diferentes lugares (fuertemente influyentes) se accederá encaminados por la revolución, involucrando por efecto transformaciones sustanciales y radicales que en última instancia son muestra propia de los factores reales de poderes (tal cual diría Ferdinand Lassalle).
Como si fuera poco, el período comprende a los tres grandes contractualistas reconocidos en la historia, tres esplendorosas naciones en términos de avance constitucional, y, por último, una gabela de concepciones (como por ejemplo la idea de igualdad) bastante nuevas o renovadas
INGLATERRA
1642-1689
1775-1783
ESTADOS UNIDOS
1789-1799
FRANCIA
Revolución francesa
fue un conflicto social y político, con diversos periodos de violencia, que convulsionó Francia y, por extensión de sus implicaciones, a otras naciones de Europa que enfrentaban a partidarios y opositores del sistema conocido como el Antiguo Régimen. Se inició con la autoproclamación del Tercer Estado como Asamblea Nacional en 1789 y finalizó con el golpe de estado de Napoleón Bonaparte en 1799.
Si bien, después de que la Primera República cayera tras el golpe de Estado de Napoleón Bonaparte, la organización política de Francia durante el siglo XIX osciló entre república, imperio y monarquía constitucional, lo cierto es que la revolución marcó el final definitivo del feudalismo y del absolutismo en ese país,1 y dio a luz a un nuevo régimen donde la burguesía, apoyada en ocasiones por las masas populares, se convirtió en la fuerza política dominante en el país. La revolución socavó las bases del sistema monárquico como tal, más allá de sus estertores, en la medida en que lo derrocó con un discurso e iniciativas capaces de volverlo ilegítimo.
Según la historiografía clásica, la Revolución francesa marca el inicio de la Edad Contemporánea al sentar las bases de la democracia moderna, lo que la sitúa en el corazón del siglo XIX. Abrió nuevos horizontes políticos basados en el principio de la soberanía popular, que será el motor de las revoluciones de 1830, de 1848 y de 1871.2